Marco Martella es jardinero
y escritor. Tal
vez por eso este ensayo
consigue despertarnos,
hacernos ver
esa naturaleza a la
que unas veces el ser
humano se empeña
en domesticar, y otras
dejar salvaje. Cada capítulo, con
nombres de flores, es una experiencia;
podrían ser hasta pequeños relatos,
con finales que nos provocan
sentimientos que van desde la pena
o la melancolía hasta la dicha. Muchos
de ellos están relacionados
con la literatura y con escritoras, de
hecho, hay un momento en que
compara los libros con los jardines,
y afirma que ambos nos sirven para
sentirnos menos solos. Como en la
conversación entre dos revolucionarios,
el autor parece reivindicar “el
derecho a la belleza”.
Martella define casi al final el jardín
como el “lugar donde uno conoce la
felicidad y al cual desea, a lo largo
de toda su vida, poder regresar”.
Este libro es un jardín, es conquistar
ese derecho a la belleza.